La típica frase de “el arte es subjetivo” puede que esté más gastada que la pasta de dientes de tu baño que aún no te dignas a cambiar, sin embargo, la misma no deja de ser relevante y cierta. Puedes ir con un amigo a una galería de arte y ver un cuadro azul. Para ti, el azul representa la tranquilidad del cielo, mientras que, para tu amigo, puede representar la viveza del océano. Pues al final, ambos terminan rascándose la cabeza cuando resulta que el azul representa el color de la frazada con la que dormía la autora de la obra.
En ese sentido, lo curioso de este caso es que, técnicamente, ninguna de estas interpretaciones es incorrecta, a la vez que ninguna es totalmente cierta. Si nos remontamos a la definición clásica de arte que nos dan en las escuelas, se entiende como cualquier actividad u obra que se realiza con fines estéticos y comunicativos. Puede ser un trabajo sonoro, lingüístico, plástico y hasta corporal, siempre y cuando exprese alguna idea o transmita algún tipo de emoción.
Cuestión de interpretación
Por otro lado, con el paso de las generaciones, la noción de lo que se puede considerar arte se ha ido expandiendo y evolucionando. Si antes asociábamos el concepto de arte únicamente a medios como la literatura, el teatro, la música, la danza o la pintura, hoy día hay quienes son capaces de ver arte en una historieta, en el diseño de un automóvil, en la elaboración de un postre o incluso en un videojuego. Medios que hasta ahora se habían asociado con actividades de puro ocio sin substancia o trabajos de ingeniería, han ido adquiriendo mayor relevancia en términos de percepción artística, al darnos cuenta que las fuentes con las que un profesional desea expresar una idea tienen cada vez menos limitaciones.
En otras palabras, si en El Padrino yo puedo ver una obra sobre el declive del sueño americano y cómo hombres de poder utilizan la honradez familiar para justificar la violencia, en un cómic como el Hombre Araña (personaje explotado únicamente para fines comerciales) bien pudiera ver una obra sobre un adolescente que atraviesa la etapa más dura de su vida. Dominando los cambios en su cuerpo que aún no entiende (alegoría a la pubertad) y tratando de seguir adelante como su mejor versión, tras la trágica pérdida de su tío. Puede que esta haya sido la intención del autor al concebir este trabajo, como también puede que no. Sin embargo, el drama juvenil con temática de superación personal es una interpretación que yo escojo darle como consumidor.
La interpretación del autor vs la del consumidor
De lo anterior es que se desprende una de las cualidades particulares y más hermosas del arte: la separación entre la intención del autor y la interpretación del consumidor. Puede que el productor y guionista Gene Roddenberry sólo hubiese querido contar un interesante relato de ciencia ficción cuando creó el mundo de Viajes a las Estrellas (Star Trek), pero tal vez lo que vieron muchos televidentes en esa época fue la inspiración para la invención del disco compacto, las videollamadas, las tabletas, las memorias portables y el concepto del GPS, a través de los sistemas de localización de la nave Enterprise. Así mismo, cuando Alan Moore escribió la novela gráfica “V de Vendetta”, nunca imaginó que la máscara de Guy Fawkes sería posteriormente utilizada por un grupo de hackers del internet bajo el nombre de Anonymous.
En definitiva, el concepto de arte ha evolucionado de forma tal, que la creación de un autor puede adquirir vida propia, inspirando sentimientos y transmitiendo emociones más allá de la intención original. Por lo tanto, la interpretación y la percepción misma que se tenga de un arte, son tan fundamentales como su propia existencia. De ahí que lo más relevante de una discusión, no es si el color de una pintura es rosado, mientras que el autor diga que es morado, lo importante es que dicha discusión existe y que a partir de la misma puedan nacer nuevos colores.
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